¡Despacio que voy de prisa!
¿Cuántas veces en la semana escuchas a alguien decir “Estoy apurado” “Estoy con mil cosas” o “Mi agenda está complicada, veámonos en dos semanas”? De alguna manera los últimos tiempos están poniendo énfasis en la comida rápida, la computadora que se enciende más rápido, los autos más veloces y las vías más rápidas y casi sin darnos cuenta vamos corriendo de un lado a otro sin tener claro qué es lo que queremos o cuál es nuestro destino, o incluso sin evaluar si era necesario ir de prisa o podíamos haber hecho lo mismo a otro ritmo.
De alguna manera relacionamos que ir de prisa significa lograr más rápido o pensar de forma más ágil cuando finalmente no necesariamente es ese el resultado. En este corre-corre y sentido de “eficacia” se nos pasan los momentos, los hijos, las parejas, los amigos y terminamos viviendo siempre en el futuro, haciendo muchas cosas a la vez y perdiéndonos todos los aprendizajes y regalos que el presente nos trae.
En las últimas semana he conversando con varios ejecutivos sobre la prisa y cómo la vivimos. Lo que encuentro es que de alguna manera la prisa se ha convertido en un estado de ánimo: un estar y sentirse acelerado. Hace buen tiempo dejó de ser parte de una evaluación de situación, sino que se ha convertido en un estado del ser.
Estar de prisa casi es una sensación de prestigio, de avance profesional. Vivimos con la necesidad de contestar todos los correos, todas las llamadas, todos los chats de manera inmediata, como si no hubiera un mañana, como si eso definiera nuestra competitividad y en el camino nos olvidamos que este corre-corre también puede ser interpretado como alguien que no administra su tiempo, que no delega, que no establece prioridades, que no toma buenas decisiones y por último que no equilibra su tiempo, pero en esa prisa dejamos de poner eso en perspectiva.
El vivir en la prisa es vivir con sentimientos de agobio, de ansiedad, vivir desde “no me va a dar el tiempo, mira todo lo que tengo que hacer” hace que nuestro cerebro reciba la orden de estar alerta, de prepararse para el peligro y comienza a segregar adrenalina. Nuestro cuerpo se pone tenso, el ritmo cardíaco aumenta y nos sentimos acelerados. Con ninguno de estos elementos se pueden tomar decisiones acertadas.
Te suena familiar? Te invito a que saques el pie del acelerador, detente un momento. Date el tiempo de mirar a tu alrededor, de mirarte, de entender qué necesita prisa y qué no. De aprender a decir que no, de vivir el aquí y ahora, de no buscar la perfección. Si investigas sobre los hábitos de las personas exitosas verás que ellas hacen todo esto. Se dan un momento para reflexionar, para conectarse con ellos mismos, para equilibrarse y así obtener el foco para lograr los resultados.
¿No sabes parar? Encuentra la manera de aquietar tu mente, encuentra lo que te funcione a tí. Puedes buscar la meditación, en internet hay muchos videos de meditación guiada que funciona muy bien para personas con el cerebro muy activo, el deporte, o tal vez sólo dar un paso atrás y respirar por unos minutos. Es todo lo que requieres para conectarte contigo mismo, para encontrar tu centro y así el foco que necesitas.
Comparto este video que me pareció muy interesante y pertinente al tema.
¡Suerte en tu búsqueda y que tengas una excelente semana! : )